viernes, 22 de enero de 2016

Trouble in Paradise (1932)

Hoy les traigo una comedia del Hollywood de los treinta, dirigida por Ernst Lubitsch, la que en mi opinión mejor representa el humor irreverente y sexualmente cargado de aquella época (nada comparado con las comedias actuales, claro está). La historia es disparatada: dos ladrones profesionales (pero con mucho estilo, eso sí), Gaston (Herbert Marshall) y Lily (Miriam Hopkins) deciden trabajar en equipo para engañar a la hermosa madame Colet (Kay Francis), dueña de una empresa de perfumería, pero Gaston terminará por enamorarse de ésta última. Ya sea una posición sugestiva de Francis mientras hace ejercicio ("¿A esto se refiere, monsieur Lavalle?", "Absolutamente, madame Colet"), o un diálogo entre ella y Marshall que puede verse como un juego de roles (dominatrix y víctima), la tensión sexual resulta clara.


La película también se divierte a costa de la dura realidad: madame Colet se codea con la alta sociedad, y no tiene ni la menor idea de los tejemanejes de su negocio (la contabilidad es llevada por Gaston, ella no puede entender estas aburridas cuestiones de "números"). Una escena incluye un comunista (muy parecido a Trotsky) criticando el estilo de vida despreocupado de Colet, y obviamente es tomado para la chacota. Aunque la película es de 1932, varias situaciones resultan bastante graciosas. Dos ejemplos: mientras Colet y Gaston deciden si pasar la noche juntos o no, el mayordomo Jacques (Robert Greig) es obligado a subir y bajar la escalera para preparar (o no) la limusina para ella, y cada vez que lo hace gruñe de una forma muy peculiar. La otra situación es el montaje durante la mitad de la película que muestra a Gaston en sus actividades diarias como secretario. Es tremendamente gracioso, y termina siendo el elemento más moderno de la película.


En general las interpretaciones son fantásticas, aunque su atracción también se debe al diálogo ingenioso de Samson Raphaelson. La secuencia de eventos que forman la historia sirve como basamento para graciosos intercambios, como este:

-"Si yo fuese su padre, que afortunadamente no lo soy, y usted intentase manejar sus asuntos de negocios, le daría una buena nalgada... en un sentido profesional, claro"
-"¿Y si fuese mi secretario?"
-"Lo mismo"
-"Está contratado"

La dirección de Lubitsch permite al espectador absorber la suntuosidad de los decorados y vestidos, sugerir ciertos desarrollos en la relación entre los personajes que no podrían expresarse literalmente (como las sombras sobre la cama), y también tiene un buen ojo para las reacciones cómicas (véase cómo la cámara se mantiene en la mirada furibunda de Hopkins mientras habla de Gaston con Colet). 


Trouble in Paradise tiene de todo: personajes agradables, diálogos graciosísimos, mujeres hermosas, etc. Es prueba fehaciente de que una película de los treinta puede tranquilamente deleitar a una audiencia actual (mucho de esto tiene que ver con el hecho de que fue desarrollada en la época pre-código), teniendo en cuenta, claro está, que es en blanco y negro y básicamente involucra a gente hablando todo el tiempo. Véanla.

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