jueves, 21 de enero de 2016

Casablanca (1941)

¿Por qué elijo hablar de Casablanca justo ahora, en mi segunda entrada del blog? ¿Acaso pienso que es la mejor película de todos los tiempos? ¿Una de las mejores? No y no. Vamos a hablar de Casablanca porque resulta sencillo hablar de Casablanca. Ya la historia es conocida por todos y su abuela: en Marruecos, durante la Segunda Guerra Mundial, refugiados de guerra se encuentran atrapados (atascados, mejor) en la ciudad de Casablanca, desde donde planean obtener un salvoconducto que les permita viajar lejos del conflicto (¿A dónde? ¡Pero, hombre, a América, la tierra de la libertad!). Aunque la historia se centra en Rick Blaine (Humphrey Bogart), norteamericano, dueño del bar Rick's, gruñón empedernido, pero de buen corazón. Este hombre guarda un secreto doloroso de su pasado, que es reavivado al aparecer la hermosa Ilsa Lund (Ingrid Bergman, nunca mejor) con su esposo, Victor Laszlo (Paul Henreid), quien es un afamado revolucionario checoslovaco, buscado por las autoridades nazis.


En mi opinión lo mejor que Casablanca tiene para ofrecer son tres cosas: una, la sensación que proyecta de involucrar al espectador en un entorno creíble, un tiempo y espacio únicos, que sirven de soporte a una historia de amor que podría parecer sosa a primera vista. A esto contribuyen, sobre todo, los personajes secundarios, que aquí se roban totalmente la atención: el mesero sudoroso del bar, el pilluelo de Ugarte interpretado por Peter Lorre, el mayor Strasser (Conrad Veidt), el pianista Sam, el señor Ferrari (Sydney Greenstreet) incluso aquel bartender que se la pasa diciendo: "Yvonne, te amo, Yvonne, te amo". Mención aparte al mejor personaje de la película, el capitán Renault (Claude Rains), que casi siempre tiene algo gracioso para decir. El segundo elemento esencial de la película es el diálogo. Más que el primer elemento, éste se ha mantenido indemne al paso del tiempo, dadas sus bienvenidas dosis de cinismo y frases legendarias ("De todos los bares...", "Tócala, Sam...", "Louie, creo que este será el comienzo...", etc.). Dos ejemplos esenciales de este tipo de diálogo son la conversación entre Renault y Rick sobre la razón por la cual éste último está en Casablanca, y otra que involucra a Strasser y Rick dentro del bar.


El tercer elemento es el final. A estas alturas ya se ha vuelto icónico: el aeropuerto, la niebla, las miradas entre Bogart y Bergman. Nadie obtiene lo que quiere (salvo quizá Laszlo, pero está claro que la causa es lo más importante para él), pero aún así el resultado termina siendo positivo, más que nada gracias a la última frase de la película. Si he de mencionar algunos otros aspectos de Casablanca, serían la música de Max Steiner (aunque para ser sincero, la mayoría del tiempo se la pasa reiterando As Time Goes By, que ya de por sí es una canción hermosa) y el buen ritmo de la cinta (no parece haber escena inútil en todo el metraje). Existen momentos memorables, como los himnos superpuestos, o el asesinato de Ugarte (impagable la conversación previa con Rick). Las actuaciones son correctas, pese a mi desagrado por Bogart, aunque Rains hace un trabajo sobresaliente, hay que reconocerlo, y Bergman está muy bonita.


Y esto ha sido todo, vean Casablanca como puedan y háganlo ya. Antes dije que no me parecía una de las mejores películas de la historia, no porque tenga nada de malo, sino porque sencillamente no lo necesita. Es, ni más ni menos, una película muy entretenida. Creo que su estatus está fuertemente ligado al entorno romántico que tan bien sabe invocar, así como la simpatía natural que generan los personajes (bueno, salvo Strasser ¿No?, pero es nazi). Pero en fin... Yvonne, te amo.



   

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