lunes, 7 de noviembre de 2016

Touch of Evil (1958)

Aquí tenemos una película de Orson Welles, director de renombre, responsable por trabajos tan notables como Citizen Kane (1941), The Magnificent Ambersons (1942), The Lady from Shanghai (1947) y una trilogía de magníficas adaptaciones de Shakespeare (1948-1965). La película que hoy nos ocupa trata sobre la investigación de un atentado mortal contra el dueño de una empresa de construcción en la frontera entre Estados Unidos y México. Miguel Vargas (Charlton Heston, con la cara pintada), un oficial antidrogas mexicano, se encuentra en su luna de miel con su esposa (despampanante Janet Leigh), y se ve involucrado en la investigación, así como el capitán de policía Hank Quinlan (el propio Welles, deformado por el maquillaje). Pronto los secretos de éste último provocarán una confrontación entre ambos.


Con frecuencia se dice que Welles fue uno de los primeros auteurs norteamericanos, y el filme que estamos reseñando es prueba cabal de ello. Si hay un rasgo que marca la mayoría de sus películas es un fuerte expresionismo relacionado a la puesta en escena. Esto implica una preparación meticulosa para reflejar la situación (tanto física como moral) en la cual se encuentran sus personajes. Si pudiera describir el efecto que produce en el espectador, hablaría de un cierto sentido de desorientación. El director busca enfatizar elementos que considera importantes para la historia, y sobre todo, presenta los momentos más impactantes desde una perspectiva exagerada y efectista (como ejemplo de esto, puede verse el asesinato de cierto personaje en un hotel en la segunda mitad de la película). Este enfoque cinematográfico repercute en una conseguida atmósfera noir, pero también pudo deberse a las carencias presupuestarias con las que Welles tuvo que luchar en sus metrajes posteriores a su aclamado debut.

 photo touchofevilphone.jpg

El guión, procedente de una novela de Whit Masterson, es bastante simple, pero resulta complicado seguir sus vericuetos debido a la rapidez con la cual se organiza el diálogo (excelente, de lo mejor de la película) y la ya mencionada dirección de Welles. Las interpretaciones son muy adecuadas, aunque Heston es el elemento débil, siendo difícil creer que esté interpretando a un verdadero mejicano. En todo caso, el personaje de Quinlan es el centro de la película y es interpretado de forma magnífica por Welles, quien imprime una melancolía y fatalismo difícil de describir. Los actores de reparto también son correctos, incluyendo a Leigh, Akim Tamiroff (como el tío Grandi) o Joseph Calleia como Menzies, el trágico segundón de Quinlan. Puede notarse también la aparición de Marlene Dietrich como una misteriosa gitana, el objeto de fascinación del obeso policía.


Como último elemento a destacar, esta película posee uno de los primeros planos alargados de cámara, en aquella escena inicial que detalla los momentos previos al atentado. Aunque algunos puntos, como el tratamiento de los mejicanos o su cultura y las referencias a los narcóticos puedan resultar caricaturescos o chapados a la antigua, esta película es uno de los mejores ejemplos del noir, y una de mis favoritas de Welles. Aunque pueda llegar a exasperar o confundir, créanme que al llegar al final, van a haber visto algo muy especial.