sábado, 16 de enero de 2016

Double Indemnity (1944)


Comenzamos el blog con una excelente película del Hollywood clásico, dirigida por Billy Wilder. Algo a tener en cuenta antes del visionado de este filme es que, en mi opinión, se trata del arquetipo del cine noir, que tuvo su génesis una década antes de esta película, y básicamente, trata sobre (mayormente) historias policiales o de crimen en general. En Double Indemnity pueden verificarse elementos distintivos del género: un protagonista conflictuado (muchas veces amoral), un asesinato por dinero, la figura de la femme fatale o mujer fatal (a la vez sensual y mortal), la voz en off que constituye la narración de la trama, y hasta pequeños detalles, como la luz filtrada a través de persianas corredizas. Ante todo, lo que más define al género, y por extensión a esta película, es una sensación de fatalidad opresora: la acción es llevada a cabo por personajes que han elegido un camino en la vida, que sólo puede acabar con un desenlace que parece predeterminado. El destino, gente. El destino.


En el fondo la historia es sencilla, pese a alguna que otra complicación superficial: el vendedor de seguros Walter Neff  (Fred MacMurray) es convencido de llevar a cabo un asesinato por la atractiva Phyllis Dietrichson (Barbara Stanwyck), quien busca sacar del medio a su esposo para así cobrar el seguro de vida (la "doble indemnización" del título por muerte accidental). Sabemos que las cosas no han salido del todo bien porque la película inicia y culmina con Neff narrando los acontecimientos a un dictáfono en la comisaría. Esto también indica que la película no será un thriller convencional, puesto que conocemos más o menos la situación del protagonista hacia el final. Sin embargo, el resultado es fascinante, más todavía si tenemos en cuenta que no se sabe demasiado sobre las vidas o motivaciones personales de los involucrados en la trama, más allá de lo obvio: este hombre ama (¿o desea?) a esta mujer, y ambos irán hasta el final para obtener lo que quieren.


Es sabido que ni siquiera el director favorecía demasiado la idea de colocar una peluca sobre la cabeza de Stanwyck, pero en la opinión de quien escribe, no resulta un problema: ella es sin ninguna duda lo mejor de la película, desde su primera escena, donde aparece semidesnuda y luego desciende las escaleras, exponiendo aquella pulsera de tobillo que vuelve loco al protagonista. Resulta difícil hablar de interpretaciones en una película de esta época, baste con decir que tanto MacMurray como Stanwyck habitan sus roles cómodamente. Por otro lado, el diálogo es un punto fuerte (nótese que la película es una adaptación libre de una obra del autor de policiales James M. Cain). Un ejemplo notable resulta de la primera conversación entre Phyllis y Walter, la cual degenera rápidamente en metáforas para el sexo. Esto también puede interpretarse como un intento para sobrepasar las limitaciones del código Hayes, reforzado estrictamente desde 1934 (también véase la noche que los protagonistas pasan juntos en el departamento del vendedor: el sexo se implica, no se muestra).


Finalmente, podemos destacar la figura de Keyes (Edward G. Robinson), el superior de Neff en el negocio de seguros, que irá desentrañando la trama del asesinato. Si ésta fuese una historia policial normal y no un noir, éste sería uno de los personajes con los cuales la audiencia simpatizaría. Sin embargo, su papel, creo intencionalmente, resulta un tanto irritante, lo cual en este caso, viene de maravilla. Este actor también es conocido por papeles en películas de crimen, como Little Caesar (1931) y Scarlet Street (1945). Otros elementos que destacan son la partitura de Miklós Rósza (sobre todo al principio... ¿Quién es esta figura en muletas que se acerca a la cámara? Épico) y la facilidad de Wilder para ensamblar momentos memorables, sin nunca llamar la atención demasiado con su dirección (la fotografía arriba básicamente establece el conflicto de la película).

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