lunes, 19 de junio de 2017

Chispazos de opinión (o qué estuve mirando recientemente)

Dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Así que me dispongo, en esta humilde ocasión, a otorgarles mis comentarios y opiniones sobre lo que he podido ver últimamente (no voy a restringirme a películas únicamente, porque así lo quiero). Pueden haber coincidencias temáticas o no, pero tampoco me limitaré en ese aspecto. Sólo lo haré en cuanto a la cantidad de palabras (no tengo intención de explayarme, mi estado de ánimo me lo dificulta). En fin, a lo que importa de una vez:

THE ASPHALT JUNGLE (1950)

Fácilmente uno de los mejores noir de la historia (quizá el mejor, no puedo encontrar nada que me desagrade de esta película). El cínico John Huston, también conocido por The Maltese Falcon (1941) y The Treasure of the Sierra Madre (1948), entre otros filmes notables, dirige esta cinta sobre un atraco a la caja fuerte de una joyería. Si bien tanto el plan como el robo son mostrados con lujo de detalle, el corazón de la película está en sus personajes. Pocas veces he visto caracteres tan verosímiles, comprensibles y hasta entrañables, como el hato de rateros y corruptos que pululan por este infierno urbano. Un infierno del cual no hay escapatoria, sólo sueños imposibles: el dinero, seguridad familiar, una vida rodeada de placeres carnales, y el anhelo más conmovedor de todos: la libertad por medio de la vuelta al pasado, a una vida más simple, encarnada en el campo (a ésto busca retornar el matón Dix, interpretado de forma sublime por Sterling Hayden).
      La policía, institución encargada de mantener el orden a fuerza de garrotazos, se acopla y se embarra de cuerpo entero en la suciedad, argumentando que representa el mal menor, sin el cual el tejido social degeneraría en caos. La película obedece la convención de la época, y castiga a los implicados en el robo, pero innova al imbuir a sus personajes de razones plausibles para sus acciones. Como dice Alonzo Emmerich (increíble Louis Callhern), magnate caído en bancarrota y desgracia: "El crimen sólo es una forma peculiar del comportamiento humano". Gente, esto es el no va más de las películas de crimen. Véanla, aunque sea por representar la primera aparición fílmica de la sensual Marilyn Monroe.




BITTER MOON (1992)

Seguimos el derrotero noir con Roman Polanski. En particular, un filme sórdido, retorcido y negro sin fondo. La historia reúne a Neil (Hugh Grant), joven inglés recién casado en luna de miel, y Oscar (Peter Coyote), parapléjico escritor fracasado venido a menos, en un crucero hacia la India. Durante el viaje, el segundo relatará sus desventuras con su esposa, y objeto fatal de sus deseos, Mimi (Emanuelle Seigner), captando la atención de su reacio confidente. Es una historia brutal, cuyo propósito es demostrar que las emociones (sobre todo las más intensas, como el enamoramiento o el odio), en última instancia, sólo tienen sentido para uno mismo. El receptor de esa emoción podrá utilizarlo como le plazca, aprovecharse de la vulnerabilidad del otro, y hasta destruirlo en un chasquido de dedos.
      Seigner en particular es una fuerza de la naturaleza, algo disminuida por sus limitaciones interpretativas. Sin embargo, su presencia, inocente y dominante a la vez, hace plausible el destino inevitable de los hombres a su alrededor. Coyote, por su parte, cumple con un papel que requiere mostrar perfidia, malicia y patetismo a la vez (vital, ya que buena parte del filme es sólo el y Seigner). Tanto Grant como su esposa ficticia me son indiferentes. Además pienso que el final (aunque como digo, inevitable), es incapaz de abarcar a la perfección el abanico emocional abierto durante el desarrollo. Pese a todo, la película me impactó, no sólo por lo truculento del argumento sino también por las dosis de humor negro que Polanski intenta introducir (recuerdo particularmente una escena erótica con música de George Michael). Y bien, poco más que decir, recomendable para amantes del thriller sensual o atraídos por el sadomasoquismo. Quedan advertidos, eso sí, no se trata de un argumento con la lógica de un reloj suizo, sino la de un hombre que ha llegado a ver las relaciones amorosas como, mínimamente, inestables y misteriosas. Como mucho, trampas mortales.




THE GHOST WRITER (2010)

Más Polanski. Esta vez, una adaptación de una novela de Robert Harris, filtrada a través de las obsesiones del exiliado director. A diferencia de Bitter Moon, estamos tratando con un thriller a la usanza "hitchcockiana": un escritor fantasma (Ewan McGregor) es contratado por el ex-primer ministro británico Adam Lang (Pierce Brosnan, buen trabajo el suyo) para componer su autobiografía en su lujosa residencia en Estados Unidos. Lang, caído en desgracia en la opinión pública por su manejo de la "guerra contra el terrorismo" y dudas sobre su relación con el país norteamericano (parecen alusiones al rol de Tony Blair en la invasión a Irak), no es precisamente el objeto ideal de trabajo, pero la cosa se complica dado que el previo escritor ha muerto en condiciones sospechosas. En fin, la trama se desarrolla con numerosos vericuetos y vueltas de tuerca.
      El personaje de McGregor se ve enredado en un limbo de insinuaciones y conspiraciones paranoicas, que no sirve para otra cosa que para enfatizar su propia insignificancia (véase su profesión para más prueba, su no-existencia) de cara a las maquinaciones de actores más allá de todo escrutinio por parte del hombre común. Temáticas propias del director vuelven a presentarse: su cinismo para con las relaciones interpersonales y políticas, la imposibilidad de conocer las intenciones del otro o de cambiar aquellas circunstancias que han iniciado hace tiempo y tienden a devorar al hombre incauto. De nuevo, a diferencia de la película antes reseñada, aquí el final no sólo resuelve la historia a la perfección, sino que refuerza aquellos temas de los que he hablado. Glorioso.




LE FANTÔME DE LA LIBERTÉ (1974)

Película de Luis Buñuel. Con eso lo digo todo. Este film en particular, el anteúltimo de su carrera, pareciera formar parte de una trilogía, que comienza con Le charme discret de la bourgeoisie (1972) y finaliza con Cet obscur objet du désir (1977). Sin haber visto ésta última, puedo aventurar que la temática que unifica a estas obras surreales es la serie de normas o códigos de conducta que rigen (o regían) el accionar de la clase media-alta o burguesía. Estos códigos están sujetos a mutaciones (tal y como explica el profesor en la academia de policía), pero también son represivos, sobre todo por cuanto refiere a la sexualidad de los individuos. No me explayaré más en el tema porque hay demasiado que descifrar, tan sólo en la película que nos ocupa, y tampoco soy el hombre adecuado para el trabajo. Baste saber que se trata, en el fondo, de una comedia que se regodea en el sinsentido, y como siempre en la obra de Buñuel, se divierte en jugar con tabúes, como las relaciones de dominio-sumisión, incesto, necrofilia, pederastía, hasta el simple hecho de ir al baño.
      Mi impresión personal es que los personajes de la película buscan mantener una forma de vida impecable, libre de desviaciones de cualquier tipo, pero se ven obligados a enfrentar elementos primarios (o primitivos) que buscan entrometerse y aguarles la fiesta. ¿Quizás esto explique la recurrencia de los animales que pululan por la película? En cierto momento se me ocurrió que, en el inicio del filme, cuando los soldados franceses (que han tomado España) asesinan a los rebeldes, ese grito de "¡Abajo la libertad!" podría representar la clave detrás de la cual se esconde el mensaje de la cinta. No lo sé. ¿Y qué tal la aparición de los monjes en el albergue? ¿Es solamente otra forma por la cual Buñuel se mofa de las convenciones del catolicismo, o sólo quiere reírse de la reacción de los prelados ante el desenlace de la escena? Muchas preguntas. Ante todo, mejor dejarse llevar y reírse mientras se pueda.




TWIN PEAKS: THE RETURN (2017)

Parece un sueño. La mítica serie de David Lynch y Mark Frost finalmente tiene continuación (exceptuando la extraña Twin Peaks: Fire Walk With Me de 1992). Habiendo debutado este año, obviamente no podré comentar mis impresiones completas sobre la miniserie. De hecho, he visto siete capítulos hasta ahora. Sin embargo, sí puedo expresar algunas ideas. Comparado a la serie original, este retorno se aleja más aún de la apariencia y convenciones propias de la televisión. Esto debe ser así dado que existe un mayor control creativo por parte de Lynch, quien dirige todos los episodios (sólo había dirigido unos pocos en la original). Los aspectos propios de melodrama de tarde o soap opera se han reducido considerablemente, a un nivel casi inexistente. Un ejemplo claro es la ausencia de cliffhangers al final de los episodios (la miniserie se asemeja más a una gran película cortada en pedazos). Además la trama ha expandido su geografía, a tal punto que la presencia del pueblo homónimo no se hace evidente hasta entrada la serie.
      La estructura de los episodios varía, en ocasiones pareciendo un manojo de escenas aparentemente inconexas. Ni siquiera la música de los créditos, representada por actuaciones en el Bang! Bang! Bar se mantiene consistente. El proyecto está emparentado fuertemente con la producción cinematográfica de Lynch (especialmente los primeros dos episodios), en particular Eraserhead (1977), Lost Highway (1997) e Inland Empire (2006). Cuesta no reconocer el esfuerzo detrás de cada plano, la impronta imborrable de su autor, y esa mezcla entre inocencia, depravación, y frustración constante de expectativas que tanto caracterizó a la serie original. Con siete capítulos bajo el cinturón, y múltiples líneas argumentales abiertas, es imposible que Lynch y Frost puedan satisfacer la curiosidad de los fanáticos de la serie, pero al menos puede verse a leguas que tal objetivo ni siquiera pasa por su cabeza. Este extraño híbrido entre drama sensiblero y película de horror (a veces el segundo aspecto gana al primero) procede de acuerdo a una lógica emocional, y si bien está claro que existe una línea argumental con propósito, el espectador incauto se sentirá abrumado o hasta aburrido por determinadas escenas, que cumplen con una función más bien ambiental o evocadora. En todo caso, me alegra que no parezca haber ningún tipo de compromiso con respecto a la serie: este es Lynch desatado.
      Tengo más para decir, probablemente lo haga al finalizar la serie, o tal vez escriba mis impresiones sobre Fire Walk With Me. Veremos, siéntanse libres de especular en la sección de comentarios (como si fuese a haber alguno): ¿Cuándo veremos al verdadero agente Cooper en acción?, ¿De quién es hijo Richard Horne, Ben, Jerry o Audrey?, ¿Quién es Linda?, ¿Quién es ese individuo chamuscado que pulula por Buckhorn?, ¿Para qué sirve la caja en Buenos Aires?, etc.



viernes, 2 de junio de 2017

Kumonosu-jō / Trono de sangre (1957)


El trabajo de William Shakespeare ha conocido múltiples adaptaciones al cine, ajustadas a la sensibilidad o interpretación del director en cada caso. En esta ocasión vamos a hablar sobre la primera de tres películas de Akira Kurosawa inspiradas por el bardo de Avon. Trono de sangre cuenta la historia de Macbeth, trasladada de Escocia al antiguo Japón. Luego de una dura batalla contra un señor "feudal" o daimyo rebelde, los generales Washizu Taketoki (Toshiro Mifune) y Miki Yoshiteru (Akira Kubo) se pierden en lo profundo de un bosque. Allí se encuentran con un espíritu clarividente, que explicará los posibles destinos de cada uno. Como se ve, se mantienen ciertos elementos, como las figuras de Macbeth y Banquo y su estatus social. Sin embargo, las brujas que predicen el destino del protagonista son troqueladas por un espíritu en una jaula. En todo caso, la historia prosigue relativamente fiel a la obra de teatro. Temáticamente, la película está emparentada con trabajos posteriores del director, como Kagemusha (1980) y Ran (1985). De hecho, ésta segunda es una adaptación del Rey Lear. 


Lo que esta película comparte con las antes mencionadas, es el énfasis en la desolación y el nihilismo que Kurosawa siempre ha asociado con la guerra. Esto se ve, de forma más obvia, en los últimos momentos de la película, donde se muestra el sitio donde se erigió el castillo de Washizu (el "Castillo de la Tela de Araña" que el título implica), abandonado con el paso del tiempo. Este epílogo no se encuentra en la obra original, la cual supone que la muerte de Macbeth, el rey usurpador, paranoico y tiránico, es suficiente para restaurar el orden que éste ha roto. Para Kurosawa, este orden no existe como tal, más bien el conflicto bélico es presentado como carente de sentido. Esta diferencia no implica que la película no reproduzca a su manera los momentos más importantes de la obra, entre ellos la arremetida del bosque de Dunsinane, el asesinato de Duncan (aquí lord Tsuzuki, interpretado por Takamaru Sasaki) y la locura de lady Asaji (estupenda Isuzu Yamada en el papel de lady Macbeth). El ritmo de la cinta es deliberado, paciente, al menos hasta los exabruptos de Mifune o las escenas de batalla, evidentemente inspirado por las cadencias del teatro noh, algo que también se verifica en las expresiones faciales de los personajes.


La película contrasta momentos de gran intimidad, como aquel en el cual Asaji convence a Taketoki de matar a su señor (con una lanza, no con un cuchillo), con otros espectaculares, como el final. Probablemente uno de los finales más impactantes de la historia del cine. Sin embargo, la película no es melodramática, y carece de discursos o monólogos propios de la obra de Shakespeare. En cierto modo, el lenguaje no resulta tan relevante como lo sería en una obra del bardo, en su lugar cobrando importancia los gestos (aún mínimos, como el arrastrar de un kimono por el suelo de madera) y la puesta en escena. En este caso, el clima y el entorno natural son utilizados para ilustrar presagios ominosos. Por ejemplo, la tormenta en la segunda visita de Taketoki al bosque, o una bandada de pájaros en la sala del trono. Cualquiera que busque una reproducción fidedigna de los diálogos más famosos de la obra (¿Es un cuchillo lo que veo frente a mí?) quedará decepcionado. Aquí la tragedia y el sinsentido son canalizadas a través de la dirección y el decorado. Kurosawa, como casi siempre, sobrepasa las expectativas en estos casos. Véase si no, su uso de la niebla al principio de la película o los planos secuencia que permiten absorber con quietud y reflexión cada escena.
                               

Puede que no sea mi película favorita de Shakespeare o de Kurosawa, pero Trono de sangre es un buen ejemplo de la maestría del director nipón detrás de la cámara, tanto para orquestar enormes acontecimientos bélicos, como para presentar momentos impactantes que atañen a unos pocos personajes. Es una expresión, además, de su doble expresividad como artista: por un lado, su humanismo y oposición a conflictos bélicos sin propósito (algo común al arte japonés de posguerra) y por otro, su entendimiento del costado perverso de la naturaleza humana, destinada a incitar enemistades y catástrofes en el nombre de la ambición. Todo esto, al servicio de una historia clásica que muestra el sabor agridulce del poder, sobre todo si a él se le accede de forma violenta.